jueves, 29 de agosto de 2013

Manifiesto

*

Me encantaría ser más apática. Querría que las cosas no me afectaran tanto. Que fácil sería si tuviéramos un botón detrás de la oreja que desactive todos los sentimientos. Que ganas de que mi cuerpo funcionara como un ecualizador, donde pueda subir o bajar tanto los (sentimientos) graves como los agudos.

¿Quién me pregunta cómo me veo en 20 años? No importa, yo me lo contesto igual.

Me veo sola. Me veo sola con muchos animales. Perros, gatos y caballos.
Me veo sola con muchos animales en una casa grande.
Con jardín y pileta.
Me veo sola con muchos animales en una casa grande y felíz.
Sin marido pero con hijos, quien sabe si adoptados, que me devuelven amor.
Me veo sola con muchos animales en una casa grande y felíz, lejos de mi lugar de origen.
Tiene que ser otro país donde los recuerdos no me revuelvan el estómago constantemente.

Y esa es otra cuestión.
¿Por qué los sentimientos nos condicionan tanto la existencia?

Ya quisiera yo poder torturar al dolor, enamorar al amor, aterrar al miedo, hacer llorar a la tristeza, hacer reír a la felicidad, hacer parir a la vida, y que se suicide la muerte y se atragante la gula y se deshidrate el hambre.
En fin, controlarlo todo.

     ¿Por qué? – Me preguntan.
     No hay nada más lindo que sufrir por amor. – Afirman.

Andá a hacerle el amor a la vida vos. Yo no quiero eso.
Todo ese aquelarre de vivencias que te pueden solucionar o arruinar la vida, no son para mi. No quiero tener que preocuparme por hablar con tacto, políticamente, o de forma imparcial para no lastimar a nadie.

Y esa es otra cuestión.
¿Por qué me preocupo más por no molestar con mi sufrimiento a quienes me rodean, que por vomitar todo eso que me angustia y me desgarra los huesos? Ya quisiera yo poder existir.

Sin más. EXISTIR. Cual vegetal en maceta. EXISTIR. Cual abeja en el panal. EXISTIR. Cual gacela en la sabana. EXISTIR. Cual adorno de centro de mesa. EXISTIR. Cual foco de lámpara. EXISTIR. Cual ladrillo en la pared. EXISTIR. Cual aire, molécula, nada.
En fin, estar ahí sólo respirando.

     ¿Por qué? – Nuevamente.
     La vida sería muy aburrida. – Insisten.

Andá a tener una vida interesante y llena de sentimientos vos. Yo no quiero eso.
Prefiero que el popurrí de experiencias que me depara el destino se quede en la bolsita y guardado en el bolsillo. No me interesa que nadie me muestre lo mucho que me pierdo. Ya con lo que tuve y perdí, me alcanza.

Y esa es otra cuestión.
¿Por qué es tan difícil darte cuenta cuando llegaste a tu máximo sin ser un conformista? 

Ya querría yo poder distinguir entre excelencia y perfeccionismo, entre grandeza e imperialismo, entre vergüenza y pudor, entre enamorarse y enamoramiento, entre ver y mirar, entre escuchar y oír, entre comer y degustar, entre sentir y percibir, entre querer y desear, entre prender fuego e incendiar, entre matarse y suicidarse, entre matar y asesinar, entre morir y dejar de vivir.
En fin, entre el miedo y el amor.

     ¿Por qué? – Otra vez.
     Nada seríamos sin el vértigo de lo inesperado. – Me quieren convencer.

Andá a descomponerte caminando por tu destino vos. Yo no quiero eso.

Los pasos que doy ya son lo suficientemente nauseabundos como para agregarle condimentos que despierten mi colon irritable. No necesito de ese toque de exotismo que todos buscan. No quiero llamar la atención de mi entorno ni que se volteen al pasar.


Simplemente, me encantaría ser más apática. 
                                                                  Punto.

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