domingo, 23 de noviembre de 2014

La decisión

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Ella estaba sentada irradiando serenidad. No parecía esperar a nadie, no miraba más allá de su mesa donde había una carta y un vaso de whisky con 2 hielos. Estaba bien vestida más no estaba de salir ni tampoco de entre casa. Tenía las piernas cruzadas y movía el pie como balanceándolo de un lado al otro de la pierna de apoyo, lentamente, manteniendo su calma, como quien se entretiene para no fumar.

El bar no estaba lleno pero tampoco vacío: quedaban algunas sillas sin ocupar en las aproximadas 8 mesas con las que contaba el lugar. La gente allí parecía estar ocupada en sus conversaciones de sobremesa, casi lista para irse, ya que estaba acercándose la medianoche y la ley imponía que antes de las elecciones todos los locales debían cerrar a las 00hs sin excepciones.

Ella tomaba su whisky mientras jugaba con el sobre entre sus manos y sorbo tras sorbo parecía estar cada vez más convencida de que lo que había puesto adentro era lo que quería. Ella pensaba y pensaba y no le encontraba otra solución. Visualizaba su futuro y no había forma de que en su vida hubiera un político. Mucho menos si pensaba empezar una familia en un futuro. ¿Por qué tuvo que interesarse él en todo ese mundo? ¿Por qué tuvo que decidir lanzar una candidatura si podía seguir siendo abogado?

Un mesero que pasó cerca la distrajo de sus preguntas sin respuesta, iba para una mesa que había pedido la cuenta. Para cuando  le avisaron amablemente que estaban cerrando, ya se había tomado 2 whiskys 'on the rocks' y había juntado todo el coraje que creía necesitar para entregar esa carta. Al salir por la puerta se cerró el abrigo e hizo un ademán como temblando por el frío que sintió repentinamente. Había olvidado, gracias al alcohol y al ambiente climatizado, el invierno que transcurría afuera.

Se dirigió a la entrada de la casa de su amado. Caminó esas 3 cuadras con rapidez no tanto por el viento que le enfriaba la nariz sino por miedo a arrepentirse. Ya se estaba pasando el efecto de los scotchs. No tardó más de 5 minutos pero al llegar miró a su alrededor como si estuviera verificando que nadie la haya seguido, no había nadie, y miró el sobre, lo dio vuelta para volver a leer por enésima vez el nombre escrito en él. Finalmente, respiró profundo y la deslizó por debajo de la puerta. Se acomodó el abrigo, se mordió el labio y mientras una lágrima teñida de negro tristeza corría por su mejilla, se dio vuelta para nunca más volver. Sabía que él no le iba a contestar, no le gustaba escribir cartas. También sabía que él amaba más la política que a ella y que dejarlo era lo mejor para ambos.

A la noche siguiente, cuando cerraron las urnas y los recuentos dieron a favor de quien fue el destinatario de su carta, supo que dejarlo había sido lo más noble que jamás había hecho por alguien alguna vez. También supo que lo amaba y estaba enamorada de él, y que si él todavía no la había buscado (y ya había leído su carta) entonces, había hecho lo correcto.



Edward Hopper - AUTOMAT 1927